11 SEPTIEMBRE 2012
EDWARD
HOPPER. MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA
Hace unos días nos recomendaron que fuéramos a visitar la
exposición que acoge el Museo Thyssen sobre el artista estadounidense Edward
Hopper. Ya había oído hablar de ella anteriormente y sentía curiosidad por ir a
visitarla.
A lo largo de la visita me he ido fijando en una serie de
características que coinciden con las tendencias del artista. Sabemos que este
fue siempre fiel al realismo pictórico y que recibió influencias del
impresionismo a la hora de entender el color. Pues bien, me ha llamado la
atención la importancia que Hopper le otorga a la luz y al color para definir
los ambientes de las escenas representadas de una forma realista. Un ejemplo de
ello es “Teatro de Sheridan”, en el que los tonos anaranjados y la tenue luz
crean un espacio acogedor.
En cuanto a los colores que emplea, utiliza tonos
saturados, intensos, de acuerdo con las técnicas impresionistas. Y un ejemplo
de ello es el cuadro que posiblemente más me ha llamado la atención de todos:
“Puesta de sol ferroviaria”. El graduado en los tonos de los colores del cielo,
el contraste con el terreno. Todo ello me trasmite una sensación de calma
inexplicable.
Durante el recorrido por la exposición, he podido
clasificar los cuadros en dos tipos según la temática: aquellos en los que
aparecen paisajes (y en ellos incluyo la arquitectura) y aquellos en los que
aparecen personas. También hay algunos en los que combina ambas cosas.
Entre los cuadros paisajísticos, me ha llamado la atención
la abundante presencia de edificios arquitectónicos y de vistas urbanas. Pero
eso no era lo más sorprendente, sino el encuadre personal desde el que artista
enfoca la imagen. Pongamos un ejemplo:
En este cuadro, “Dos
puritanos”, que tiene como elemento protagonista una casa, esta no aparece
en su plenitud, sino que el artista prefiere centrarse en el resto del paisaje
circundante: los árboles, el césped, el camino… Con esto, consigue crear
ambientes realistas. Deja de ser un edificio aislado, para convertirse en algo
más personal. Este cuadro me hace sentir que yo misma estoy en él y que soy capaz de pasear por el sendero, de rodear los árboles y de detenerme ante la casa para observarla.
En mi opinión, lo que consigue Hopper con estas imágenes urbanísticas
es hacer que aspectos vulgares de nuestra vida cotidiana como carreteras,
puentes (“El Loop del puente de Manhattan”) o gasolineras (“Gasolina”) se
conviertan en protagonistas de la escena, en parte de una obra de arte, y sean capaces de hacernos sentir emociones que nunca pensaríamos que elementos cotidianos como ese podría transmitirnos.
Gasolina
El loop del puente de Manhattan
En cuanto a las escenas de
interior, que forman una gran parte de la colección, me ha llamado la atención “Habitación
en Nueva York”.
En él, el artista hace que nos
asomemos, desde una ventana, a una sala en la que se encuentra una pareja en un
momento usual de su vida cotidiana: él lee el periódico y ella toca el piano,
ambos con una expresión de cierto aburrimiento. Me gusta el contraste que se
produce entre la oscuridad exterior, donde es de noche y la luz artificial del
interior. Es pues, otro juego de luces y sombras, con el que Hopper
incrementa esa sensación de intimidad. Este cuadro me hace sentir exterior a esa escena. Lo observo como un simple espectador, pero en ningún momento formo parte de ella.
He visto muchos más cuadros de
este tipo, en los que aparece ilustrada la vida cotidiana, con personajes y
escenas típicas que me resultan, en muchos casos, familiares: ”Sol de mañana”,
“Conversación nocturna”.
Sol de
mañana
Conversación nocturna
Finalmente, me gustaría añadir que
a través de algunos de los cuadros de Hopper he sido capaz de imaginarme escenas
y situaciones, como si una historia tomara vida dentro de los cuadros y yo
pudiera ser un testigo de la misma.
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